jueves, 29 de marzo de 2007

Asalto

Cruzamos tierra de nadie
y saltamos al foso.
Nos recibe una andanada de fuego, destellos
que barren nuestras filas
entre el estupor del embate y el dulce sabor de la sangre.
Hincamos nuestras bayonetas
en el pecho de nuestros adversarios;
alaridos que nos estremecen,
barro, lluvia y sudor que nos ciegan,
que duran un eterno segundo.
Cesa el ataque.
Auqellas sombras
que parecían ser
cuerpos moribundos y miembros descuartizados
se desvanecen,
al igual que los soldados aliados.
No hay nadie.
La línea enemiga está vacía,
quizá siempre lo estuvo.
Tan sólo un horizonte infinito
plagado
de vacuas trincheras por asaltar.