viernes, 1 de junio de 2012

La memoria de la derrota


El último superviviente de entre los defensores del castillo subió al bastión y, sobre sus almenas, empuñando en una mano la espada y en la otra el estandarte real, bramó con voz estentórea su grito de guerra, un instante antes de que cientos de saetas atravesaran su pecho.

Mas nadie nunca llegó a escuchar su grito. Nadie.

Porque la voz de los perdedores no se propaga por el aire. Sucumbe a la vez que mueren los vencidos.

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